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Nota Pastoral Sobre el Entierro Cristiano

“El entierro es un acto de compasión – pero también un acto de gran fe” – Papa Francisco, 30 de noviembre de 2016

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Un acto de misericordia y un acto de fe: con estas dos afirmaciones fundamentales, el Papa Francisco resumió el enfoque cristiano del entierro. El contexto de la observación del Santo Padre fue su reflexión sobre las obras corporales de misericordia que compartió a lo largo del Año de la Misericordia. “Es mi deseo ardiente”, dijo mientras presentaba el Año Jubilar, “que los cristianos puedan reflexionar sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza” (Misericordiae Vultus, 15).

Entre estas obras de misericordia de las que el Santo Padre esperaba “despertar nuestra conciencia”, está el llamado a enterrar a los muertos. Los pastores en la arquidiócesis han observado durante años un cambio en nuestras expectativas sociales hacia los funerales, y han notado lamentablemente que esto ha comenzado a influir incluso en los fieles católicos. Tal vez influenciados por un enfoque materialista y excesivamente práctico de la vida, muchos han comenzado a ver este acto noble de misericordia como un lujo innecesario, o incluso como un inconveniente. Fue en respuesta a este descubrimiento hace cinco años, que sentí la necesidad de escribir la carta pastoral, En Unión con la Muerte y la Resurrección de Cristo, sobre la importancia de los funerales cristianos. Esa carta es una reflexión más completa que este mensaje  sobre la belleza, la importancia y la dignidad de los funerales cristianos, y creo firmemente que una nueva leída al respecto sería beneficiosa hoy.

Sin embargo, desde la publicación de mi carta, han habido dos acontecimientos importantes en la vida de la Iglesia local con respecto al entierro cristiano que deseo compartir con ustedes aquí.

El primer acontecimiento es la necesidad de volver a visualizar todo lo que hacemos a la luz de nuestra misión de convertirnos en una banda de alegres discípulos misioneros, llamados a Hacer Llegar el Evangelio en nuestras comunidades. Sabemos que Jesucristo ha resucitado de entre los muertos y, por eso, creemos en la vida eterna, en la Resurrección de los muertos y en la comunión de los santos. La vigilia fúnebre, la Eucaristía y el entierro, nos anuncian a través de las lecturas, la homilía y las oraciones, la gloriosa noticia de que Jesús está vivo. Esta es la reflexión del Papa Francisco de por qué llama al entierro “un acto de gran fe”. De principio a fin, un funeral nos evangeliza, compartiendo la buena nueva de que Dios está cerca y que aun en nuestra pena, en nuestras dificultades y angustias, podemos tener confianza gozosa en su providencia. Por nuestra parte, al participar en las liturgias fúnebres, proclamamos a aquellos que tienen poca o ninguna fe, o que no la practican, la buena nueva de que Dios es misericordioso. Proclamamos a través de nuestras acciones  que estamos seguros de que nuestros seres queridos no son recuerdos, sino que están vivos, resucitarán y vivirán por toda la eternidad. Los alegres discípulos misioneros saben que Dios no permite que su creación fallezca. Damos testimonio de quién es nuestro Dios por la forma en que cuidamos a nuestros muertos.

El segundo acontecimiento es más concreto. En respuesta al llamado del Santo Padre a construir una cultura de misericordia, nuestros Servicios Funerarios y Cementerios Católicos han comenzado una iniciativa llamada “Reúnelos en Casa”. La necesidad de tal iniciativa se ha desarrollado lentamente en las últimas décadas. Se ha vuelto bastante común que los católicos elijan, ya sea para sí mismos o para aquellos a quienes aman, que sus cuerpos sean incinerados al pasar de esta vida. Aunque normalmente la esperanza de la Iglesia es poder celebrar la liturgia funeral con el cuerpo presente, la Iglesia permite la cremación cuando las circunstancias lo justifican. Sin embargo, una consecuencia de esto es que también se ha vuelto cada vez más común que los restos de los seres queridos se guarden en el hogar después de la liturgia fúnebre. Sé que podría haber una variedad de razones para esto: el deseo de estar cerca de persona por la que estamos de duelo, falta de recursos financieros para comprar un lugar de entierro adecuado, o incluso la incapacidad de organizar el entierro durante el corto tiempo que la familia está en la ciudad. El punto aquí no es criticar estas razones, sino ofrecer ahora la oportunidad de colocar reverentemente estos restos sagrados en un lugar sagrado.

Este noviembre, en honor al Mes de Todas las Almas, estamos alentando a los fieles a traer a nuestros cementerios católicos arquidiocesanos (Santo Sepulcro, Nuestra Señora de la Esperanza, San José, Monte Carmelo, Santa Cruz y Monte Esperanza) los restos de sus seres queridos que han fallecido, para que sean depositados en su lugar de descanso final. Esta iniciativa comenzará el 2 de noviembre, el día en que recordamos a Todos los Santos, cuando se realizarán servicios especiales para aquellos que tomarán sus lugares legítimos en nuestros cementerios católicos. Con el fin de prepararse adecuadamente para estas ocasiones, los Servicios Funerales y Cementerios católicos trabajarán con anticipación con cualquiera que desee participar. Después del 2 de noviembre, estos servicios de entierro continuarán el tercer viernes de cada mes en los cementerios del Santo Sepulcro y de Nuestra Señora de la Esperanza. Se comunicará en las próximas semanas más información sobre esta oportunidad y otros detalles sobre cómo participar.

La convicción de la Iglesia es que los restos terrenales de nuestros hermanos y hermanas en Cristo merecen estar debidamente resguardados en un lugar sagrado. Mientras lee esto, puede pensar en alguien con quien pueda compartir esta oportunidad, quizás con una gentil motivación para aprovecharla. Nuestros cementerios son extensiones de nuestras parroquias: lugares para la oración, la reflexión, la esperanza y el recuerdo. Y de estos lugares sagrados, aquellos enterrados allí se levantarán en el Último Día. Dios ha hecho grandes cosas a través de nuestros seres queridos, y merecen la dignidad de un santo entierro en un lugar sagrado.

Por favor sepan que mis oraciones los acompañan a cada uno de ustedes al considerar el llamado de Cristo a emprender este acto de misericordia en su nombre como parte de nuestros esfuerzos para hacer llegar el evangelio.

Que el Espíritu Santo profundice nuestra convicción de que Cristo resucitó y nos da el valor de vivir en alegre testimonio de que hemos resucitado con él. Confiando cada uno de ustedes a la intercesión de San José de Arimatea, quedo de usted

Sinceramente en Cristo,

El Reverendísimo Allen H. Vigneron

Arzobispo de Detroit